En el campo hay varios Messi
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- Categoría: Interés general
- Publicado: Jueves, 18 Enero 2024 12:32
Avanza una campaña agrícola decisiva. Los cultivos se ven extraordinarios, aunque el clima complicó muchísimo la recolección de la fina y cada tormenta asusta por su virulencia. Pero la nave va y todo indica que estamos frente a una gran cosecha. Y aún con precios que no son nada del otro mundo, el horizonte es promisorio.
Buen momento entonces para tomarnos un descanso sobre la situación local. Y poner un poco el foco en noticias que nos llegan de afuera y que quizá ameriten una mirada más profunda. Por ejemplo, la movida de los agricultores alemanes, que desfilaron en Berlin con sus tractores e hicieron hablar a toda Europa.
No es chiste lo que está sucediendo. Uno tiende a mirar con simpatía los planteos de los agricultores de cualquier parte del mundo. En casi todos los países, los productores del campo están en general en desventaja respecto de otros actores económicos y sociales. Pero en este caso conviene ir más a fondo en el análisis.
¿Por qué protestan los agricultores alemanes? En primer lugar, porque les quitaron el subsidio al gasoil. ¡Ah! Tenían también el gasoil subsidiado. Además de los recibir compensaciones por familia, por hectárea, por vaca o por lo que sea, tenían el gasoil subsidiado.
Además, tienen el mercado alambrado, de modo que cualquier producto que venga de afuera tiene que pagar fuertes derechos de importación. Salvo los pocos países con los que han abrochado convenios (Australia, Nueva Zelanda, Chile) el resto tiene que afrontar aranceles prohibitivos. En el caso de la Argentina, la famosa cuota Hilton para cortes vacunos de alta calidad, también paga “prelievos” que en última instancia sirven para dejar a la carne europea (claramente inferior) en posición competitiva.
En este contexto, quitar cualquier subsidio es indirectamente un beneficios para los productores competitivos. Hemos bregado años para lograr un achicamiento de los subsidios agrícolas, y esta es una pequeña gragea que debe ser bienvenida.
Pero además se trata del gasoil, un combustible fósil, que también entra en la era de la descarbonización. Estar subsidiando el consumo de gasoil en la agricultura es un contrasentido, sobre todo cuando se acusa a la agricultura de ser uno de los principales contribuyentes al calentamiento global. Y lo es, cuando el sistema de producción es el que prevalece en los países europeos.
En estas pampas hace tres décadas que le dimos cristiana sepultura al arado. Pero ya contamos, cuando estuvimos en noviembre en Agritechnica de Hannover (también en Alemania) que la mayor parte de la superficie de la muestra se dedicaba a exhibir implementos de labranza. Los calificamos como instrumentos de tortura de suelos. Pero además de destruir la materia orgánica, mandando al aire millones de toneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero, su utilización demanda un alto consumo de gasoil. Además del gasto de capital, porque allá tienen un tractor para el arado, otro para la rastra de dientes activada, otro para la sembradora, etc.
Por eso los grandes aliados de la agricultura subsidiada son las industrias corriente arriba, que los proveen de toda esa parafernalia hoy innecesaria para obtener buenas cosechas, con inteligencia y tecnología.
Así que, por más que nos inquiete, alguien está poniendo un freno al dislate de la agricultura del siglo XX.
Pero cuidado. A nosotros nos van a corresponder las generales de la ley. Aquí hacemos las cosas mejor, pero hay procesos que la sociedad global repudia, como la pérdida de biodiversidad. O la cuestión del bienestar animal. Habrá que tener en cuenta estas presiones y obrar en consecuencia. No es que no vamos a poder vender. Es que nuestros productos, si no se adecúan a las demandas del mercado, tendrán castigos de precio y no por la burocracia, sino por la decisión de los consumidores.
En este camino, la clave es demostrar y certificar que aquí se hacen las cosas bien, desde el punto de vista económico, ambiental y social. Son muchos los que ya postulan la creación y consolidación de una “marca país”. La Argentina no goza de mucha reputación, pero hay productos que conservan atributos que la sociedad global valora. Es cuestión de robustecer la imagen por las que nos reconocen.