Clonación de caballos: describen los cambios en la placenta para copiar un campeón colombiano
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- Categoría: Interés general
- Publicado: Miércoles, 16 Abril 2025 14:44

En el país ya están naciendo caballos clonados, copias genéticas casi idénticas de campeones deportivos. Un nuevo estudio descubrió que muchos de estos animales, especialmente los clonados a partir de células de piel, tienen más probabilidades de morir al poco tiempo de nacer. La razón no estaría en sus genes sino en un órgano indispensable que casi nadie analiza en estos casos: la placenta de la yegua que lo gestó.
La clonación no es una película de ciencia ficción ni un experimento lejano: es un procedimiento que en Colombia se realiza desde 2017 para reproducir potros con condiciones genéticas ideales para competir en disciplinas como polo o equitación, o sencillamente para preservar el linaje. Aunque parezca un proceso mágico, la clonación es mucho más frágil de lo que se cree.
Martha Susana Franco Ayala, doctora en Salud Animal de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), decidió mirar de cerca este fenómeno; de hecho es la única científica que ha estudiado el tema de la clonación de potros en el país, por lo que su trabajo es pionero y un insumo “de paso fino” en la Medicina Veterinaria. La investigadora se preguntó por qué muchos de los potros clonados se enferman y otros mueren muy pronto, y qué se puede hacer para mejorar su supervivencia.
Su trabajo fue dirigido por el profesor Olimpo Oliver Espinosa, de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la UNAL, con quien evaluó 92 yeguas preñadas, algunas con embarazos normales y otras que llevaban embriones clonados. Estos últimos eran de dos tipos: unos hechos con células de piel (conocidas como fibroblastos) y otros con células de médula ósea, más difíciles de extraer en este material.
El seguimiento a las yeguas se hizo desde el noveno mes de gestación hasta el nacimiento del potro, aproximadamente a los 11 meses. Las razas más estudiadas fueron el criollo colombiano y el polo argentino, debido a sus características genéticas asociadas con salto, rapidez y resistencia física.
¿Cómo se clona un animal?
Primero se toman las células de un caballo original, las cuales tienen todo su ADN; luego las células se cultivan en laboratorio y se ponen en óvulos, ya sea donados de yeguas que iban a ser sacrificadas o que aún están vivas, y se realiza un método de reprogramación genética, es decir sacar el ADN de los óvulos y dejar la “cáscara vacía”, en la que se pone la información del clon.
El siguiente paso es estimular el óvulo con las células implantadas, lo que se hace mediante choques eléctricos o con algunos químicos, para que comience a dividirse como si fuera un embrión, y es entonces cuando se crea el animal “copiado”, que se implanta en el útero de una yegua que será su madre sustituta.
El hallazgo de la doctora Franco fue revelador, pues las yeguas con embriones clonados –especialmente los gestados con células de piel– presentaron problemas en la placenta (órgano responsable de proveerle nutrientes y oxígeno al embrión), muchas con inflamación o malformación en la placenta –que les impedía cumplir su función natural– generando placentitis, enfermedad que es una de las principales causas de aborto y muerte temprana en estos animales.
El efecto también se notó en los potros que nacieron, ya que en los clones hechos con células de piel la enfermedad más común fue la sepsis neonatal, una infección silenciosa y mortal que ataca en los primeros días de vida. En este grupo, la probabilidad de que un potro muriera fue mucho mayor que en los otros grupos.
En cambio, los potros clonados con células de médula ósea tuvieron muchas más probabilidades de nacer sanos. Aunque no estuvieron completamente libres de complicaciones, sí mostraron un panorama mucho más alentador. Los clonados con células de piel tuvieron una tasa de mortalidad casi tres veces mayor que los clonados con células de médula ósea.
La doctora Franco también analizó las placentas en el microscopio, midió las vellosidades (estructuras finísimas por donde se intercambian oxígeno y nutrientes entre la madre y el feto), y encontró que en los clones estas eran más cortas, más atrofiadas, y los vasos sanguíneos estaban congestionados. En otras palabras: la placenta no estaba haciendo bien su trabajo.
No basta con copiar el ADN
Aunque el potro clon es genéticamente idéntico al original, su entorno —útero, placenta, señales químicas que recibe— no lo es. Para que un embarazo funcione bien se necesita algo más que genética: debe haber una comunicación perfecta entre la madre y el embrión.
Por eso también estudió cómo se activaban ciertos genes en la placenta: aquellos que ayudan a desarrollar los vasos sanguíneos –como el PGF (factor de crecimiento placentario)–, o que regulan la relación inmune entre la madre y el feto, como el MHC-1. En los clones, estos genes no se expresaban igual; de hecho, en muchos casos su actividad era más baja que en las gestaciones normales, y eso explicaría por qué el cuerpo de la yegua a veces “rechaza” al clon, o por qué la placenta no se desarrolla como debería.
En el estudio se realizaron análisis macroscópicos de la placenta, es decir de su peso, tamaño y aspecto, así como histopatológicos, en los que se observaba lo que ocurría con los tejidos del órgano utilizando tintes especiales y un microscopio óptico. Además se usó el software ImageJ, que facilita el examen de cambios en la estructura de la placenta, por ejemplo en las vellosidades y los vasos sanguíneos.
La investigadora asegura que estas clonaciones han disminuido en el país, en parte por su elevado costo, pues una sola copia puede llegar a los 40.000 dólares, aunque también explica que es menos costoso que en países como Argentina, que lleva la delantera en estos procesos, donde pueden llegar a los 70.000 dólares.
La clonación de potros inició en Italia en 2003 y se ha extendido por el mundo, por lo que el trabajo de la doctora Franco es un valioso aporte tanto para entender este proceso como para mejorar en la forma en que se realiza.