GLOBAL SANCTUARY FOR ELEPHANTS, Mato Grosso.− Después de recorrer veinte kilómetros de tierra colorada entre pozos, agua y selva, llegamos al Santuario expectantes por ver a Pupy en el primer día de su nueva vida. Ella ya tiene la salida abierta del corral, en el cual quedó anoche: la salida a un espacio de 10 hectáreas adonde estará por el momento, sin compañía.
Saldrá por ese espacio, cuando lo decida. “Es muy gracioso −dice Scott Blais el director del Santuario−. Toma envión, se envalentona, llega hasta ahí, y vuelve marcha atrás. Es normal, tenemos que pensar que nunca, nunca desde chiquita salió de su recinto”.
El objetivo es que Pupy se adapte al Santuario, “y que reciba a Kenya -la elefanta africana que vendrá desde Mendoza- como dueña de casa”, plantea uno de los jóvenes. Es que Pupy es tímida y siempre respondió a Kuky, la elefanta que nunca llegó a viajar al Mato Grosso. Pocos días antes de su traslado, murió.
Los cuidadores decidieron viajar con la cubierta con la que Kuky jugaba y que colocaron a un lado de la caja que la trasladó desde el Ecoparque porteño hasta el Santuario y luego cargaron en el camión que la transportó hasta aquí. “Anoche miramos las cámaras todo el tiempo”, relata Triscia London, veterinaria del Santuario y una eminencia en elefantes, a LA NACION.
“Hoy está más brillante, más descansada, siguiendo todas las voces. Metió la cabeza en una de las montañas de tierra que le habíamos preparado. Nos estamos haciendo amigas. Hoy le mandé videos a mi pareja Brett Michell, que trabaja en África, en reintrodución de elefantes y me dijo ‘esa mente sabe que su vida ya es diferente´, suma Triscia London.
“Está actuando muy parecido a Pocha y a Guillermina cuando llegaron (provenientes de Mendoza). Es muy distinto a cómo actuaron el resto de las elefantas, y Mara, quienes antes de ir al zoológico trabajaron en circos. Estaban acostumbradas a subirse a un camión y seguir al próximo pueblo o ciudad para la siguiente función”, explica London.
“La vimos jugar”
Leo Giovanelli, uno de los cuidadores la acaricia y le habla. Y le cuenta a LA NACION: “La veo muy tranquila, interactuando en paz. La vimos jugar, y eso es maravilloso”. Giovanelli festejó ayer su cumpleaños número veintiocho y se soplaron las velas bajo las infinitas estrellas del Mato Grosso. Durante los muchos cantos de feliz cumpleaños, repentinamente Pupy asomó más de la mitad de su cuerpo de la caja de hierro en la que viajó, como no lo había hecho en las nueve horas anteriores.
Ya todos distendidos y luego de nueve horas de espera, los canticos continuaron, esta vez dirigidos hacia Pupy. Y en ese mismo instante, la última elefanta que vivió en el Ecoparque porteño salió de su caja, dando un paso más hacia su libertad. “No hay palabras que puedan describir este viaje. Hay que estar aquí para sentir esta energía, el grupo humano”, plantea Juan Ignacio Nieto, de Servicios Logísticos Asociados SRL, la empresa encargada del traslado. Y quienes también hicieron posible el viaje de Mara en plena pandemia de Covid-19.
La empresa Highlander SRL, fue la que mediante la coordinación de las aduanas, se aseguró de que Pupy no sufriera demoras. “También lo hicimos con Mara, Pocha y Guillermina”, recuerda Llaver.