En la calle Puán, a cien metros de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, vive una familia que está harta. No de la inflación, ni de la inseguridad, ni de la corrupción, ni del coronavirus. Está harta de que los perros de los vecinos usen su vereda como letrina. No conozco a esta pobre gente ni falta que hace: me alcanza con ver la cantidad de cartelones que han puesto a lo largo de los ocho metros y medio de frente que tiene la vivienda. Son doce afiches y algunos parecen manifiestos políticos. Ni en el perímetro de Chernobyl hay una proporción tan alta de advertencias. El problema debe de ser grave y el mejor ejemplo es lo que sucede una cuadra más allá, en la vereda de la Facultad (que seencuentra reducida por interminables refacciones de su fachada), convertida hoy en un verdadero baño público de perros. Quienes hayan visto un par de películas de superhéroes sabrán la máxima ética que rige la vida de estos personajes: un súper poder implica una súper responsabilidad. Podríamos ampliar este mandato a los dueños de mascotas. Como dice el título de uno de los cartelones de la casa de la calle Puán, “tu perro, tu caca”. Un silogismo sencillo pero que parece no entrar en la adorable cabeza de algunos mascoteros, seguramente no muchos pero sí persistentes en el olvido de las mínimas nociones higiénicas. Un amigo pet friendly (y realmente, un fan del diseño urbano) propone la creación urgente de “perrosendas”, carriles exclusivos para que los pichichos paseen, hagan sus necesidades y, si son olvidadas, queden al menos en una zona controlada. En fin. Puede que no sea una tontería.
Fuente: Horacio Convertini - Clarín 2 - 12 - 2021 Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.