Un día para reflexionar sobre el planeta que habitamos
Los pronósticos no son halagüeños...¿Estamos dispuestos a trabajar para la prevención?
Pritiví, Asintmah, Pachamama, Gaia… Con diferentes nombres y características, desde siempre y en todas partes, se rinde culto al planeta que dio origen y sostiene la vida. ¿Cuánto sabemos de él? ¿Somos capaces de utilizar ese conocimiento de manera sensata?
La humanidad es errante y aventurera. Viajar es conocer, reflexionar y aprender. Desde el periplo de Hannón hasta la Apolo 11, millares de expediciones han proporcionado nueva información sobre la Tierra y sus habitantes… y nuevos desafíos.
Donde la humanidad no pudo llegar por sus propios medios, la inventiva le proveyó con qué hacerlo: barcos y aviones para atravesar ríos, mares y océanos. Las naves espaciales y los satélites para ver al planeta desde otras perspectivas y obtener información indirecta sobre muchas de sus características físicas y químicas.
Los desarrollos tecnológicos le permitieron obtener información de un interior terrestre esquivo aún a la mirada humana. A una primera etapa de exploración, descripción y medición (“Geográfica y Geodésica”), que condujo al conocimiento de la forma y el tamaño del planeta y la configuración de su superficie siguió otra (“Geológica y Geofísica”) que reveló de qué está hecho el planeta y cómo se distribuyen los diferentes materiales en su interior.
La conjunción de estos saberes, ya en el siglo XX, puso forma y sustancia en movimiento y desarrolló el paradigma de la Tectónica Global.
La Tierra dejó de ser pensada como inmóvil en su configuración y estructura y se reconocieron las placas litosféricas superficiales que se desplazan, apartándose o chocando unas contra otras y también las celdas convectivas del manto que, impulsadas por las diferencias de temperatura, mantienen en circulación los materiales y cuyas formas y tamaños cambian con el tiempo.
Tiempo que ya no se miden en años ni siglos ni milenios, sino en decenas, centenas y miles de millones de años...
Nada está inmóvil, todo se desplaza, todo se transforma. Esto es también válido para los otros subsistemas que, junto a la Geósfera constituyen el sistema Tierra: la Atmósfera, la Hidrósfera y la Biósfera están muy lejos de ser inmóviles, no sólo son extremadamente dinámicos sino que, además, están estrechamente vinculados entre sí. Nada de lo que ocurre en uno de ellos es ignorado por los demás. Tarde o temprano tendrá su repercusión en ellos.
Paradójicamente, nunca hemos sabido tanto sobre la Tierra y nunca hemos estado tan cerca de producir daños irreparables en su funcionamiento.
La explotación descontrolada de los recursos, la contaminación irremediable o la superpoblación no son problemas nuevos, pero han adquirido una magnitud que puede significar un cambio irreversible de las condiciones ambientales y hacer insostenible la supervivencia de muchas especies, incluida la propia humanidad.
El Día de la Tierra nos invita a reflexionar acerca de qué condiciones de vida, en qué Tierra, queremos legar a nuestros descendientes. No hacerlo es traicionar uno de los objetivos fundamentales del conocimiento: el pronóstico para la prevención del daño. Los pronósticos no son hoy halagüeños… ¿Estamos dispuestos a trabajar para la prevención?
José Sellés-Martínez es Geólogo (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, UBA)